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Bulgaria, carnaval, Cádiz, COAC, crisis, democracia, dimisión, guerra civil, Mariano Rajoy, policía nacional, revolución, revolución de los claveles, rodea el congreso, tontos del culo
Quiero ser búlgaro. Así de sencillo. Supongo que se han enterado por algún canal. Incluso ocupó una pieza de segundos en el nodo del otro día. Por si acaso, leo, un extracto de un teletipo de EFE: “el primer ministro de Bulgaria, el conservador Boiko Borisov, ha anunciado la dimisión de su Gobierno tras diez días de intensas protestas populares contra los altos precios de la electricidad. ‘A partir de hoy el Gobierno no tiene nada que hacer. Cada gotita de sangre para nosotros es una mancha. No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias’, dijo en alusión a los heridos en las manifestaciones celebradas en varias ciudades del país en las dos últimas noches. Al menos cinco personas resultaron heridas en Sofía en enfrentamientos entre la policía y unas tres mil personas que intentaron llegar hasta el Parlamento…”.
¿Les suena de algo la secuencia?: Gobierno maltratando con sus políticas al pueblo; pueblo indignado sale a la calle a mostrar su cabreo; pueblo recibe palos de esos que tienen “el monopolio del uso legítimo de la violencia”, violencia de Estado, igual en esta no-democracia que en la dictadura, policías-robocops insensibles que sólo cumplen órdenes de ese Gobierno; Gobierno títere, mentiroso y corrupto que menosprecia al pueblo que dice representar se felicita por lo bien que maneja las ‘defensas’ su parapeto humano y torciendo el idioma saca pecho de ponerle la soga al cuello a ese ciudadano de a pie, un castigo merecido… ¡Ah no!, quieto, que Bulgaria no es EspÁña… allí esta triste historia tiene un final lógico: Gobierno se arrepiente, afligido de apalear a los suyos, avergonzado de las cargas, de la sangre con tomate, de las detenciones sinsentido. “No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias”… Borisov, no te vengas por aquí de turismo que te da un telele.
Desde hace demasiados meses cada vez que encuentro unos minutos para escupir mi asco por esta sociedad de mierda y este sistema putrefacto, la pescadilla que se muerde la cola, me sale la misma bilis, lo admito. Y para evadirme un poco de todo, me trago un mes entero de Falla, de colado claro, y el concurso de agrupaciones me ofrece, más allá de metacarnaval, obliguismo, egos y fanatismos sordos desmedidos (“después Martínez Ares se nos marcha/ y estamos to los años con la pena/ porque no son lo que eran/ nuestras comparsas”, dixit el marciano Tino), repertorios monotemáticos, con letras teñidas por la crisis-estafa. Que no digo que esté mal.
Lo malo es que repasando mentalmente grupos que abordan la manida cuestión de moda, ahora y de manera in crescendo en concursos precedentes, todos coincidimos, con más o menos radicalidad, en lo ‘malamente’ que está el panorama, en que hace falta un ‘cls’… y decenas de pasodobles y popurrís acaban con la misma retahíla, exhortando al “levántate y anda” civil (“que solo verás el norte/ cuando la luz te la corten/ y la tele te la apaguen” deja caer el Canijo y su estuche; “sin ti en la calle no hay nada que hacer/ si tu protesta se queda en tuit/ y tu voz sólo se queda en la red”, anota el Germán y sus animals). Pero tras los aplausos pertinentes, la mayoría seguimos haciendo la lucha por cuenta propia, a sobrevivir en la intimidad. ¡Qué razón tienen tantos poetas de Cádi!, la fuerza se nos va por la boca encima de un tablao (aunque el currelante Bienvenido defendiera que “una revolución puede hacerse cantando”).
Ello me lleva a uno de los pasodobles del mago Juan Carlos Aragón, que cuando quiere y no se le va demasiado la pelota y le arrastra la vanidad, puede, y le salen bofetadas como estas que me niego a mutilar demasiado: “se me está acabando el paro, la paciencia y la esperanza,/ y está brotando en mi alma como una necesidad,/ un deseo de justicia que me desquicia y abalanza/ parece rabia, parece venganza/ parecen ganas de matar (…) / Es mirar alrededor y ver al pueblo/ hacer de tripas corazón un día y al otro también,/ apuñalar su dignidad en la taberna del silencio,/ tararear su propio réquiem apuntándose a la sien,/ cual si el mundo fuera bien y los malditos fueran ellos./ Y cuando miro al pueblo y no lo encuentro/ se me desgarra el sentimiento de hombre revolucionario,/ pa qué me sirve el sofocón diario/ si luego el más insolidario es el que más está sufriendo./ Las manos en los bolsillos, la amargura contenida,/ el fútbol, la partida, el culebrón y el cigarrillo./ Eso lo ve el presidente, el ministro, el banquero,/ y la madre del juez, todo el mundo lo ve,/ y si tú no lo ves es porque no quieres verlo./ Pero si no quieres verlo no andes pidiendo después/ la revolución del pueblo”.
Con este horizonte, que es el que es, no se puede edulcorar, prefiero ponerme las gafas idealistas y soñar que vamos camino de dejar de ser ira contenida y desesperación en los bares aplacada con la anestesia de los goles para explotar a diablos con los cuernos revueltos, y vuelvo a suscribir al malote de Jesús Bienvenido: “te imploré, te rogué, te lloré, te voté, me manifesté, me dejé la piel/ y mis suplicas trataste con desprecio/ porque te entraron por el oído izquierdo/ y te salieron por el huevo derecho. / Y ahora soy malo, malo, malo, malo, malo/ ¿travieso? No, ¡malo!/ Yo perdí todo, mi patria, mi credo,/ ya no me queda nada, no tengo ni miedo”. Y cuando no tengamos ese miedo, infundado en gran parte por el Estado policial en el que convivimos, cuando descendamos todos al sótano… “aquí en el piso de abajo/ ya somos la mayoría/ la absoluta mayoría/ la tremenda mayoría/ la temida mayoría/ la imparable mayoría./ Sé muy bien de lo que hablo/ ya es hora de que las armas/ por fin las cargue el diablo”.
“Y cuando llegue la hora de no pedir las cosas por las buenas/ y lleve mi rabia y mi impotencia por bandera/ entonces tendrás que saber dónde está tu sitio/ más que tus golpes me duele/ tenerte como enemigo./ Porque si fueras valiente/ lucharías por tu gente/ aquí conmigo”. Cierro el charco carnavalero en el que me he metido, con otro pasodoblón del mismo autor, y una letra que es muy fácil tachar de demagógica cuando crees que no va contigo, que arranca con un “más que el dolor del golpe,/ cobarde e inhumano/ me duele todavía más/ que venga de tu mano/ me duele más tu rabia/ soberbio policía/ tu furia y tu maldad para callar mi rebeldía”.
De verdad, ya no sé ni lo que siento casi cada mañana en las últimas semanas observando esas estampas de “agentes de la autoridad” con sus uniformes de caza y a la caza, en esas manifestaciones (con mucha o poca gente, depende de la ‘objetividad’ del informante) en Madrid o Barcelona; o, más cerca, en nuestra Bahía, enzarzados en más que inútiles y estériles batallas campales con trabajadores y parados para que no corten carreteras o tiren huevos contra una fachada… “y mirándome a los ojos,/ como el que no tiene alma/ cumples la ley traicionera del canalla que te manda”. Que ahí está el cáncer, no me canso de señalarlo.
Es tiempo de saltarse leyes inmovilistas, pacatas y carcas, de echar a los de arriba, irreales y reales (llámalo golpe de Estado o cómo te dé la gana), a los que se creen inmunes y legitimados para hacer y deshacer (¡coño, si esto no es una dictadura…!) durante cuatro años por unos resultados electorales amañados y cocinados en una fingida democracia donde extrema-derecha y derecha-moderada se turnan con más o menos sonrisas. Es tiempo de derruir el edificio levantado con tacto durante esa idolatrada transición para contentar a los fachas, y construirlo de nuevo, pero bien, y contando con todos. Los antidisturbios (y el ejército, porque estos tontos del culo no tardarán en sacar los tanques a la calle para parar a esa deseable “absoluta mayoría” en nombre de su libertad y la de los bancos y grandes empresarios, libertad de seguir malversando, robando, especulando y engañando) acabarán con claveles en los cañones de sus fusiles y pistolas. No les queda otra…
Si en este patético país somos unos 25 millones de mayores de edad y algunos más si contamos a adolescentes con la cabeza en su sitio, otra cosa son las hormonas (he descartado deliberadamente a unos 10 millones de borregos, políticos y cargos de confianza), y enfrente tenemos a unos 200.000 policías (entre Policía Nacional, Guardia Civil y agentes locales) y otros 130.000 militares… Resumiendo: ni 450.000 armados frente a más de 20 millones de desarmados que sólo piden un ‘reset’. Las cifras hablan por si solas. Esta guerra civil la ganaríamos de calle esta vez los malos… si no se meten los yanquis a “reestablecer” otra timocracia. Aunque aquí como no vengan a quedarse con el jamón serrano, porque petróleo petróleo, poco.
Ojalá todas estas conjeturas de inconformista asqueado escuchando un rato de carnaval que parece retratar parte de mis ideas, se queden en mi cabeza, y ahora en este cuaderno virtual. Y mañana, pasado a más tardar, EspÁña aprenda de Bulgaria, y los tontos del culo en el Gobierno y en la oposición dejen de jodernos y de ambicionar únicamente un escaño, un cargo y un buen sueldo (y sobre-sueldo), y hagan algo por sus dos o tres votantes (el resto de hastiados ya ni vota): dimitan abochornados, disuelvan las cámaras, y que se abra un proceso constituyente sin su intervención que permita avanzar hacia un nuevo marco político-social y económico que quede legitimado por el pueblo soberano. He dicho, por enésima vez.