Los parias, versión ‘digital’ (copio aquí la editorial ya publicada en el periódico)

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No queríamos escribir esta repensada parrafada y alimentar la polémica de un Concurso que se mira al ombligo más de la cuenta, al que le chifla hacer cuentas. Pero nos sentimos obligados a dar una explicación a nuestros lectores más ‘jartibles’. Con todo, a quien espere una rajada-editorial, quejosa y llorosa, despotricando contra el mundo mundial, clamando por las libertades y sospechando conspiraciones… vamos a decepcionarles (o no…). Porque ya no somos unos pipiolos, a estas alturas estamos más cansados que indignados. Muy, muy cansados de mentes medievales empecinadas en menospreciar a los que informamos de forma honesta e independiente e intentamos hacer periodismo (más allá del abúlico corta y pega imperante, y barato, claro) a través de un soporte que no es ni el papel, ni la televisión ni la radio, pero… ¡vaya!, tiene la virtud de conjugar los tres. Cansados de que los medios etiquetados como ‘digitales’ seamos subestimados por catetos que ignoran su potencial, catetos que humillan a los periodistas, tan periodistas como los que están explotados en medios ‘tradicionales’, que estamos, malviviendo, detrás de esos nuevos medios.

Cansados no, hartos de que nos tilden de ‘digital’, una apostilla que lejos de sumar, resta. Sí, lo somos, nuestro canal de difusión es Internet. Y punto. ¿Podemos entrar de una vez en el siglo XXI? Que, dentro de nuestra modestia y recursos, somos tan medio de comunicación como un periódico en papel, una emisora de radio o un canal de televisión; lo pregonamos por enésima vez, que hay mucho sordo. No somos un blog, ni un foro, ni una web amateur (no quita que no haya blogs, foros y webs personales de categoría), somos un medio profesional (detrás del periódico hay una empresa y lo que ello conlleva), identificado con su ISSN (código internacional para publicaciones seriadas); registrado en las agendas de la comunicación del Ministerio de Presidencia del Gobierno de España, de la consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía y de la Asociación de la Prensa de Cádiz; y que no nació ayer ni antes de ayer: en el verano de este 2014 cumpliremos una década ya. Camino de la pubertad. Camino de la rebeldía propia de la edad.

Hartos no, aburridos de que por mamoneos infantiles, líos, inquinas personales y tristes batallitas ajenas, nos prohíban hacer en condiciones nuestro trabajo (“el periodismo es ir, escuchar, ver, volver y contarlo”, afirmaba el gran Enrique Meneses) que llevamos desarrollando (con un notable respaldo de visitantes-usuarios) desde hace nueve concursos, sin ocasionar en todos estos años conflicto alguno y agradeciendo siempre las facilidades (ninguna, a veces) prestadas por la organización, y la colaboración y consideración al Gabinete de Prensa municipal. Aburridos, y tristes, por habernos convertido, junto a otros inocentes (creo), en víctimas colaterales. Y aburridísimos de excusas de parvulario: que no mezclen, que luego la resaca se alarga. Nadie se traga que echar del teatro a cinco/seis medios-personas, retirándoles de un plumazo su única credencial y que el resto, los intocables, conserven sus suficientes pases (como para que quien ni trabaja en temas de carnaval se pueda pasar algunas noches a disfrutar, sin rubor y como si estuviera en medio del gallinero, con pareja y todo), vaya a solventar este presunto problema de sobreaforo en el foso de prensa, en pro de la seguridad.

Aburridos no, hastiados de esta marginación intolerable y que casi las únicas protestas vengan de los afectados, como si al resto de la profesión no ‘digital’ le importara un rábano (… de La Caleta). Precisamente el año que nos estrenamos cubriendo el Concurso de Agrupaciones desde el Falla en este periódico, en 2005, coincidió con otra polémica que implicaba a las radios (que se negaban a pagar nada), e incluso se llevaron varias sesiones sin difundir las coplas. De tragedia griega. No faltaron los apoyos de otros medios (nosotros mismos) y compañeros y de la misma Asociación de la Prensa de Cádiz, que convocó una concentración solidaria nada más levantarse el telón de aquel COAC. Nos preguntamos si ahora, como entonces, no se atenta contra el derecho a la información, consagrado por la Constitución vigente. Y el flamante Colegio de Periodistas de Andalucía (al que sí pertenecemos), ¿tampoco tiene nada que decir?

Hastiados no, fatigados. En estos casi diez años de andadura de DIARIO Bahía de Cádiz nos han puesto multitud de piedras en el camino. Superadas casi todas (seguimos picando en la roca arbitraria y ‘nepotista’ de la publicidad institucional), ahora, otra más. Hemos sido convocados a miles de comparecencias públicas; cubierto cientos de actos variopintos con más o menos nivel, con personalidades locales o internacionales; entramos cada domingo que hay fútbol en el Carranza y vivimos pruebas de caché en el circuito de Jerez; hemos asistido a numerosísimas citas culturales, desde música clásica minoritaria a conciertos de artistas mediáticos; hemos contado desde dentro la pasada Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de Cádiz, y siempre con nuestra credencial al cuello… y ahora, las cuatro o cinco personas-colectivos que manejan (parece que a su antojo, sin que el Ayuntamiento diga ¡basta!) un Concurso-negocio-endogámico Oficial (o sea, público) de Carnaval donde innumerables agrupaciones babosean cada año la palabra “libertad”, nos censuran, y nos llaman ‘colaos’. Nos dicen que ya no cabemos. El Falla ha encogido. Sí, dan fatiga.

Fatigados, y fastidiados desde que nos insinuaron que fuéramos bajando a la Barraca por kilos de pistachos, anacardos y gomitas para seguir el tema por la tele. Ni a clasificatorias pasamos… Pero dentro o fuera del teatro, fuera o dentro, no faltaremos a la cita. Este será, quieran o no, nuestro décimo año cubriendo el Concurso, el décimo año que desde nuestro suplemento Carnaval366días lo contaremos a nuestra manera, tomándonos en serio que el Carnaval debe ser Carnaval. Años anteriores con ojeras de medio metro y barba de treinta días hemos coincidido, convivido y aprendido en ese foso menguante con Enrique Alcina (insuperable), Pepe Monforte, Diego, Mayte, Álvaro, Eloy, Porquicho, Tente o Tamara, entre otros compañeros. Este 2014, más afeitaditos, con menos sueño y con la batamanta de confidente, no saldremos de la redacción. Gracias Patronato…

“Presumen de la democracia y la libertad / y vamos dando pasitos / (ahí llevas razón) / pa’tras”, cantaban los borrachos del Selu en un memorable pasodoble, aplicable a la gris España involucionada de nuestros días, y a asuntos como el que nos toca sobrellevar por el mero pecado de ser ‘digitales’ (otros ‘digitales’, como también tienen un papá-papel, están perdonados…), junto a Cádiz Directo, Universo Gaditano, El Baluarte de Cádiz, Portal Cadista y CarnavaldeCádiz.com.

Indignados, pero más cansados, hartos, aburridos, hastiados, fatigados… desengañados. Con ganas de que se abran las cortinas, y de que se cierren, ya. La paradoja, siempre la paradoja. Lo resumió el Libi con precisión en uno de sus estribillos: “¡Cádi… qué de tonterías pa salí en el carnaval, blam blam!”. Sí, hay vida más allá del Falla, que sí.

Rescatando dos textos para la ocasión

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Sigo, sigo vivo… creo. En unos días se celebra el IV Congreso Andaluz de Periodismo Digital, y sus impulsores, los amigos de la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía (APDA), a la que no pertenezco, me han vuelto a invitar a pasarme por Huelva (donde me voy a reencontar con Rosa María Calaf, doce años después, las vueltas que da la vida…). Y esta vez, incluso me piden que me suba a la mesa y que participe en una de las charlas programadas, para hablar de micro-medios y de cómo le va a DIARIO Bahía de Cádiz: el niño, camino de los diez años, pues va camino de la pubertad, irremediablemente.

Llevo medio sábado dándole vueltas a cómo enfocar mi exposición, a cómo y qué contar y qué no contar, si mostrar un discurso optimista-medio-irreal u otro sincero pesimista-realista-apaga-y-vámonos. Ni todo es blanco ni todo es negro, ya ya, existen los grises. Pero es que estar en el medio me aburre tanto…

Curioseando entre notas en cuadernos de cuadritos manchados a lapiz y documentos en word, esbozados para otras charlas a las que me han invitado, o de las que he aprendido (en modo esponja), me he topado con dos escritos muy parecidos (medio obsesivos) que he publicado en los últimos años. Y como tengo la impresión de que soy tan cabezón que sigo pensando más o menos igual, voy a darles salida otra vez en esta entrada, en la que mejor no digo nada de las «mayorías silenciosas»… valiente panda de tontos del culo que tenemos que soportar. Y seguimos sentados y tragando.

Sí, ya tiene un periódico digital, otro
(se publicó en la sección El Derrotista de este mismo periódico, pero con los cambios de gestor de contenidos, creo que se perdió)

La receta es sencilla. Póngase el delantal… Llame a los variopintos gabinetes de prensa para que le remitan notitas y comunicados o contrate los servicios de una agencia de prensa o robe directamente la información de un lado u otro, con mu poca vergüenza, pero sin miedo, que no muerden…. todavía. Ya tiene la materia prima. En estos tiempos el periodista no sale a buscar noticias, que se resfría, la noticia viene a él. Bueno, noticia noticia… una mínima parte de la noticia, la que interesa al emisor… nota que suele repetirse sin cuestionarse una coma… Y si se ponen los pies en la calle es para acudir a desayunos, croqueteos, y a ruedas de prensa en las que se cuentan cosas que igual podrían escribirse en un comunicado, con sus tildes y todos, y ahorramos en fanta y saliva… Y si hay preguntas, se suelen responder por la tangente…  Y si encima delante del micro o grabadora está un político, nunca dirá la verdad –totalmente confirmado-, sino más bien lo que interesa decir, de cara a sus votantes, de cara a sus jefes, a su partido… Ahora hace falta un canal, una web que se parezca mucho a las demás, y sobre todo que tenga una gestión interna sencillita. Vamos, que en tres clicks se pueda subir la información… Y el último paso, y quizá el más importante, es… controlar una indispensable combinación de letras: control C control V. Al principio parece complicada la coordinación de dedos, pero con el tiempo verá que gana habilidad, y no podrá parar… copiar, pegar, copiar, pegar, copiar… Ya que tiene contenido, soporte y habilidad copiando y pegando, necesita algunos añadidos, como por ejemplo, ser el primero en copiar y pegar una nota de prensa o despacho de agencia, subirlo a la web, y encima sentirse orgulloso. Al poco, la mayoría de ‘competidores’ también tendrán publicada la misma nota, sin ni siquiera reparar en las erratas… y si le da por echarle un vistazo por encima y encuentra que pone tráfico en alguna esquina, pues le mete una foto del puente Carranza colapsado, aunque la información exacta es que se cortará mañana la calle Sagasta por que se van a recolocar tres adoquines. Pero para qué leer esos tres párrafos, si las otras webs tampoco lo harán… y sus potenciales lectores menos… pero ha sido el primero… Ya puede anotar, junto al nombre de su ‘diario’ en internet la apostilla de ‘líder’, el ‘primero’, el ‘único’, el ‘referente’. Y que no se me olvide, el tema de la publicidad. Sólo tiene que arrimarse bien a Diputación o al Ayuntamiento, de Cádiz, por ejemplo. Indispensable tener amigos o un cuñao en un lado u otro, o bien el carné sociata o pepero… Así ya tendrá merecida y justificada la propaganda institucional, la pagada con el dinero de todos –y sólo se difunde a través de algunos-, aunque lleve un día en el ciberespacio y le lea su madre y su prima de Barcelona… Sí, ya tiene un periódico digital, otro, ya es todo un periodista digital, nadie podrá sobrevivir informativamente sin pasar catorce veces cada mañana por su web, siempre actualizada, fresquita fresquita, aunque no me cuente nada interesante, nada nuevo, nada que aporte nada al periodismo, nada.

Mañana lo dejo
(este texto lo escribí tras invitarme el compañero Santi Pérez -hasta hace unos meses en el gabinete de Prensa de la delegación del Gobierno de la Junta en Cádiz, hasta que el político de turno ha querido, sin explicaciones…- a reflexionar sobre lo mío y a publicar en su blog, y por ahí debe seguir)

“Quiero ser periodista digital -me comentaba el otro día un chaval-, periodista digital, como tú”. No supe cómo reaccionar. ¿Me estaba vacilando? Tomé aire, solté la copa, cerré los puños, le miré a los ojos –una experiencia analógica que se va perdiendo- y le repliqué: “tú eres gilipollas… digital, pero gilipollas. Cibergilipollas. Me confiesas, sin rubor, que quieres quemarte delante de la pantalla del ordenador trece horas al día; tecleando como un autómata control C, control V; abriendo notas de prensa –¿llegas a leerlas?- que darás por verdades absolutas pese a que la gran mayoría son publicidad encubierta (de un producto, un servicio o un político) o teletipos de agencia –que suelen ser refritos de esas mismas notas de prensa-; o volcando los contenidos de la edición impresa de tu medio –si la tuviera y que en un ochenta por ciento son esos mismos comunicados y despachos-; y compitiendo por ser el primero en colgar una noticia que en cinco minutos doscientos catorce periódicos en Internet de medio mundo –esos que alguien muy acertadamente ha denominado diarios ‘churros’- tendrán también en portada con el mismo titular, el mismo contenido y la misma foto”. En este momento hice una pausa para apurar el vaso, sorbito a sorbito. La verdad así duele menos. “Con suerte, algún martes el jefe te mandará a una rueda de prensa (sí, esa convocatoria en la que el concejal de fiestas varias clausura el taller de costura de aquella otra asociación) equipado con libreta, boli –aunque ya no sepas ni escribir a mano-, grabadora y cámara, con la que debes hacer medio centenar de fotografías como mínimo para montar una galería de imágenes de reveladoras ‘fotos de familias’ desde catorce ángulos distintos, y grabar un vídeo cutre de un par de minutos que luego sin editar, a lo bruto, subirás a la web. Y encima será lo más visitado. ¿Y el texto? Es lo de menos, con dos parrafitos vale, la gente mediatizada ya no pierde el tiempo en leer, sólo mira -¿ve?- los dibujitos. Te sentirás no sólo un verdadero periodista digital, sino también multimedia. Tres en uno. Y con el sueldo de cuarto y mitad… sí, eres cibergilipollas. Soy cibergili…”. Ahí fue cuando fui consciente de que estaba hablando con mi reflejo en el espejo de aquel bar. Me veía más gordo… y el camarero me miraba raro…

Esa madrugada tomé la decisión, una vez más, de mandar muy lejos mi monótono y mal pagado –cuando pagaban- trabajo de ‘funcionario’ viviendo como Bill Murray su particular ‘día de la marmota’ sin jornadas de descanso ni vacaciones en un pseudo diario digital sin rumbo, y buscar el mío propio –mi camino, aunque suene existencial- en esta idealizada profesión: soy y quiero ser/sentirme periodista de verdad, no virtual, y punto. Sin añadidos. Ver y contar lo que pasa, salir a la calle, interpretar y desmenuzar esa realidad, cuestionarla, sin la presión ni el chantaje de la publicidad (la privada y la no menos importante, la institucional) aparcando esa obsesión tan de moda por la inmediatez –más prisas, menos calidad-. Hacer periodismo, no vender información. Ni morir de hambre ni prostituirme. Ya sea en papel, en radio, en televisión o en Internet, porque la Red es otro soporte más, otro canal de difusión (una idea parecida es la de Jesús Canga Larequi), más barato –en inversiones, costes, etc.- pero tan digno y con futuro, mal que les pese a las mentes medievales; aunque, es verdad, muy devaluado por culpa de esos diarios ‘churros’ –¡¡algunos llegan a autoproclamarse ‘líderes’!!- y el presunto periodismo ‘ciudadano’, 2.0 ó 3.0, ya he perdido la cuenta -en mi pueblo a eso se le llama intrusismo profesional-… ¡Qué pesadilla! Y todavía sin tuenti…

Sonó el despertador, a eso de las nueve y pico de la mañana. Me dolía la cabeza. Me duché, me vestí, me tomé dos cafés, corrí al autobús, subí a la redacción, saludé a los becarios de turno con mi mejor sonrisa –inocentes, no tienen culpa de nada-, encendí el ordenador, y control C, control V, control C, control V… Mientras, me repetía a mi mismo: “mañana lo dejo, mañana lo dejo”… control C, control V, control C, control V…

Tornarem

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Tornarem… Tengo ese “volveremos” aquí, taladrándome aquí desde ayer, que durante mi reconstituyente encuentro semanal con ‘Polseres vermelles’, con ese nudo en la garganta habitual (el Albert Espinosa tiene un máster en jugar con las emociones ajenas), me estalló. Y me dolieron esos “tornarem a ser grans, hi tornarem, / quan sortim d’aquesta tempesta”, y eso que odio las canciones con estribillos, y el “rere els dubtes hi ha, / la veritat, / creu-me, creu-me, creu-me, / tenim futur” del remate, acompañando de fondo a los chicos protagonistas caminando y cojeando por la playa sin rumbo concreto… bueno, sí, el de la inevitable muerte, ahí está la mar.

Intuyo (quizá me equivoco, ehh) que este tema de Lax’n’Busto tiene trasfondo independentista, por aquello de la arenga célebre “tornarem a sofrir, tornarem a lluitar i tornarem a véncer” del que fuera presidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys, fusilado por los fascistas franquistas y cobardes.

Y sí, creo que para mi escucharla en modo repeat también supone un chute de ganas de emanciparme, de librarme de esta irrespirable sociedad, que ya era una caca hace unos años, pero ¡vaya! en los últimos tiempos con estos usureros chupópteros mercados omnipresentes sin caretas y los títeres lacios que manejan, analfabetos, troleros, trileros, enchufados y corruptos instalados en ese inframundo de la pseudopolítica profesional (ese mundo de Yupi a como mínimo trescientos metros y un puñado de lecheras antidisturbios de distancia de ese pueblo quejica al que dicen representar sin ruborizarse, que entre comer y pagar la hipoteca, egoísta, elige llenarse la panza…, no vaya a ser que tu niño imberbe se entere antes de tiempo de lo lameculos hijo de la gran puta que eres, y de que él muy posiblemente también lo será tras años de colegio de pago y adoctrinamiento a granel…, que sobre todo no piense por si mismo, a ver si se va a convertir en un perroflauta, de 15, 34 o de 88 años de edad, que encima quiere ducharse con agua caliente y tira a la basura los yogures de fresa caducados; en un ateo-republicano-quemaiglesias-abortista-homosexual con cuernos y rabo que no reza el rosario cuando toca; en un vago que levanta las manos, sus únicas armas, ante una policía sin alma sedienta de palos contra su convecino, el que paradójicamente le paga el sueldo; en un muerto de hambre que sobrevive de subsidios y chapús que, más allá de los tópicos yuyescos, reclama trabajar para vivir, un trabajo digno, no la mera neoesclavitud con la que dentro de un tiempo los tontos del culo se enorgullecerán de haber sacado a este entristecido país de esa crisis-estafa que se han inventado interesadamente, un país para entonces privatizado donde eso del Estado del Bienestar y la clase media serán conceptos perdidos en aburridos libros de Historia manipulados, con millones de camareros sirviendo a señoritos y turistas, y millones de exiliados practicando la ‘movilidad exterior’ digna de una palurda ministra de Trabajo que en la vida ha trabajado; o en un filoetarra, un nazi o incluso peor, un actor de cine español…, cine español, otro tema que pronto entrará a formar parte del pasado pasado) defendiendo con gomazos, bolazos y multas una no-democracia a su medida: hoy me pongo yo, mañana tú, ese es el sistema post-franquista del que nos dotaron paternalistamente en la memorable, intachable, celestial transición, bendecida por un rey feudal intocable (cada día menos, por deméritos propios y familiares) colocado a dedo por un dictador en blanco y negro. Y a tragar.

Secuencia playera de la serie 'Polseres Vermelles', con un filtro de trazos pastel...

Secuencia playera de la serie ‘Polseres Vermelles’, a trazos pastel…

“Tornarem a ser grans, hi tornarem, / quan sortim d’aquesta tempesta…”. Intento españolizar el verso para catalanofóbicos y cuñados: quiere decir algo así como “volveremos a ser grande, volveremos, / cuando salgamos de esta tormenta…”. Obviamente no lo interpreto (mi interpretación es libre, ¿como yo?) como un anhelo por aquello tan jorgemanriqueño del “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Ese “tornarem” es algo más… más referido al ser humano y a su humanidad, a ese “el hombre es bueno por naturaleza” rousseauniano, y la puta sociedad lo corrompe… y los más enfermos de dinero, terminan de corbata y chaqueta como especuladores banqueros o sus simples siervos los políticos. No se enteran de que todos acabamos igualados en la mar…

“Rere els dubtes hi ha, / la veritat, / creu-me, creu-me, creu-me, / tenim futur”, que traducido resulta: “tras las dudas, la verdad, / créeme, créeme, créeme, / tenemos futuro”. Cosas de las defensas bajas, o de los macarrones con tomate, esta canción (que vuelvo a escuchar por enésima vez) me anima a pensar, muy ilusamente, que tenemos futuro, que tenim futur, pero no como pueblo, ni región, ni país ni gilipolleces patrioteras, frontera aquí o allá, bandera arriba bandera abajo (mi única bandera es el pendón morado de las Puertas de Tierra, repito, muy serio). Tenemos futuro, en plan abstracto. Y ese futuro lo alcanzaremos cuando nos independicemos de este sistema viciado que nos han impuesto, con ciertas concesiones de las que ahora se arrepienten, los que ya tenían acongojados a los españolitos en tiempos del Caudillo ese de las pesetas, casi son los mismos o parentela; sistema putrefacto basado en el miedo y la incultura, en la demagogia y el populismo, ahogado además por eso que podría ser tan bonito y que no lo es: Europa; que retroalimentamos cada día dándole eco a los “y tú más” simplistas y maniqueos y sarta de paparruchadas de los que se dicen políticos y salvadores de nuestro destino, aferrándose a la legitimidad de un puñado de inútiles votos.

Que se metan los votos, y las urnas, por el orto. Esa independencia de tanta basura no la vamos a reconquistar jugando a su timocracia ni por las buenas, que no. Toca revolución, no son tiempos de someterse a legalidades que más que la convivencia, buscan que todo siga como está, como ellos quieren que esté. Tenemos que volver a ser, dejar de depender de tener o no tener (que es lo que inculca este capitalismo que emborracha desde que eres un chinorri, con tanta memez de reyes magos de pacotilla), y ser, simplemente eso, ser.

Y ahora me acusarán de escrachear, o alguna cacicada amedrentadora, a lo Èric Bertran… Y es que como tengo a un alcalde viviendo en el piso de enfrente, a menos de los trescientos metros reglamentarios, técnicamente estoy escracheando, ¿no?… y con la barretina puesta. Doble pecado.

Quiero ser búlgaro… (o “cuando llegue la hora de no pedir las cosas por las buenas”)

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Quiero ser búlgaro. Así de sencillo. Supongo que se han enterado por algún canal. Incluso ocupó una pieza de segundos en el nodo del otro día. Por si acaso, leo, un extracto de un teletipo de EFE: “el primer ministro de Bulgaria, el conservador Boiko Borisov, ha anunciado la dimisión de su Gobierno tras diez días de intensas protestas populares contra los altos precios de la electricidad. ‘A partir de hoy el Gobierno no tiene nada que hacer. Cada gotita de sangre para nosotros es una mancha. No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias’, dijo en alusión a los heridos en las manifestaciones celebradas en varias ciudades del país en las dos últimas noches. Al menos cinco personas resultaron heridas en Sofía en enfrentamientos entre la policía y unas tres mil personas que intentaron llegar hasta el Parlamento…”.

¿Les suena de algo la secuencia?: Gobierno maltratando con sus políticas al pueblo; pueblo indignado sale a la calle a mostrar su cabreo; pueblo recibe palos de esos que tienen “el monopolio del uso legítimo de la violencia”, violencia de Estado, igual en esta no-democracia que en la dictadura, policías-robocops insensibles que sólo cumplen órdenes de ese Gobierno; Gobierno títere, mentiroso y corrupto que menosprecia al pueblo que dice representar se felicita por lo bien que maneja las ‘defensas’ su parapeto humano y torciendo el idioma saca pecho de ponerle la soga al cuello a ese ciudadano de a pie, un castigo merecido… ¡Ah no!, quieto, que Bulgaria no es EspÁña… allí esta triste historia tiene un final lógico: Gobierno se arrepiente, afligido de apalear a los suyos, avergonzado de las cargas, de la sangre con tomate, de las detenciones sinsentido. “No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias”… Borisov, no te vengas por aquí de turismo que te da un telele.

Desde hace demasiados meses cada vez que encuentro unos minutos para escupir mi asco por esta sociedad de mierda y este sistema putrefacto, la pescadilla que se muerde la cola, me sale la misma bilis, lo admito. Y para evadirme un poco de todo, me trago un mes entero de Falla, de colado claro, y el concurso de agrupaciones me ofrece, más allá de metacarnaval, obliguismo, egos y fanatismos sordos desmedidos (“después Martínez Ares se nos marcha/ y estamos to los años con la pena/ porque no son lo que eran/ nuestras comparsas”, dixit el marciano Tino), repertorios monotemáticos, con letras teñidas por la crisis-estafa. Que no digo que esté mal.

Lo malo es que repasando mentalmente grupos que abordan la manida cuestión de moda, ahora y de manera in crescendo en concursos precedentes, todos coincidimos, con más o menos radicalidad, en lo ‘malamente’ que está el panorama, en que hace falta un ‘cls’… y decenas de pasodobles y popurrís acaban con la misma retahíla, exhortando al “levántate y anda” civil (“que solo verás el norte/ cuando la luz te la corten/ y la tele te la apaguen” deja caer el Canijo y su estuche; “sin ti en la calle no hay nada que hacer/ si tu protesta se queda en tuit/ y tu voz sólo se queda en la red”, anota el Germán y sus animals). Pero tras los aplausos pertinentes, la mayoría seguimos haciendo la lucha por cuenta propia, a sobrevivir en la intimidad. ¡Qué razón tienen tantos poetas de Cádi!, la fuerza se nos va por la boca encima de un tablao (aunque el currelante Bienvenido defendiera que “una revolución puede hacerse cantando”).

Ello me lleva a uno de los pasodobles del mago Juan Carlos Aragón, que cuando quiere y no se le va demasiado la pelota y le arrastra la vanidad, puede, y le salen bofetadas como estas que me niego a mutilar demasiado: “se me está acabando el paro, la paciencia y la esperanza,/ y está brotando en mi alma como una necesidad,/ un deseo de justicia que me desquicia y abalanza/ parece rabia, parece venganza/ parecen ganas de matar (…) / Es mirar alrededor y ver al pueblo/ hacer de tripas corazón un día y al otro también,/ apuñalar su dignidad en la taberna del silencio,/ tararear su propio réquiem apuntándose a la sien,/ cual si el mundo fuera bien y los malditos fueran ellos./ Y cuando miro al pueblo y no lo encuentro/ se me desgarra el sentimiento de hombre revolucionario,/ pa qué me sirve el sofocón diario/ si luego el más insolidario es el que más está sufriendo./ Las manos en los bolsillos, la amargura contenida,/ el fútbol, la partida, el culebrón y el cigarrillo./ Eso lo ve el presidente, el ministro, el banquero,/ y la madre del juez, todo el mundo lo ve,/ y si tú no lo ves es porque no quieres verlo./ Pero si no quieres verlo no andes pidiendo después/ la revolución del pueblo”.

Con este horizonte, que es el que es, no se puede edulcorar, prefiero ponerme las gafas idealistas y soñar que vamos camino de dejar de ser ira contenida y desesperación en los bares aplacada con la anestesia de los goles para explotar a diablos con los cuernos revueltos, y vuelvo a suscribir al malote de Jesús Bienvenido: “te imploré, te rogué, te lloré, te voté, me manifesté, me dejé la piel/ y mis suplicas trataste con desprecio/ porque te entraron por el oído izquierdo/ y te salieron por el huevo derecho. / Y ahora soy malo, malo, malo, malo, malo/ ¿travieso? No, ¡malo!/ Yo perdí todo, mi patria, mi credo,/ ya no me queda nada, no tengo ni miedo”. Y cuando no tengamos ese miedo, infundado en gran parte por el Estado policial en el que convivimos, cuando descendamos todos al sótano… “aquí en el piso de abajo/ ya somos la mayoría/ la absoluta mayoría/ la tremenda mayoría/ la temida mayoría/ la imparable mayoría./ Sé muy bien de lo que hablo/ ya es hora de que las armas/ por fin las cargue el diablo”.

Antidisturbios amenazantes tras el lanzamiento de huevos en una reciente protesta de trabajadores del metal en Cádiz (FOTO: Eulogio García - DIARIO BC)

Antidisturbios amenazantes tras el lanzamiento de huevos en una reciente protesta de trabajadores en Cádiz (FOTO: Eulogio García – DIARIO BC)

Y cuando llegue la hora de no pedir las cosas por las buenas/ y lleve mi rabia y mi impotencia por bandera/ entonces tendrás que saber dónde está tu sitio/ más que tus golpes me duele/ tenerte como enemigo./ Porque si fueras valiente/ lucharías por tu gente/ aquí conmigo. Cierro el charco carnavalero en el que me he metido, con otro pasodoblón del mismo autor, y una letra que es muy fácil tachar de demagógica cuando crees que no va contigo, que arranca con un “más que el dolor del golpe,/ cobarde e inhumano/ me duele todavía más/ que venga de tu mano/ me duele más tu rabia/ soberbio policía/ tu furia y tu maldad para callar mi rebeldía”.

De verdad, ya no sé ni lo que siento casi cada mañana en las últimas semanas observando esas estampas de “agentes de la autoridad” con sus uniformes de caza y a la caza, en esas manifestaciones (con mucha o poca gente, depende de la ‘objetividad’ del informante) en Madrid o Barcelona; o, más cerca, en nuestra Bahía, enzarzados en más que inútiles y estériles batallas campales con trabajadores y parados para que no corten carreteras o tiren huevos contra una fachada… “y mirándome a los ojos,/ como el que no tiene alma/ cumples la ley traicionera del canalla que te manda. Que ahí está el cáncer, no me canso de señalarlo.

Es tiempo de saltarse leyes inmovilistas, pacatas y carcas, de echar a los de arriba, irreales y reales (llámalo golpe de Estado o cómo te dé la gana), a los que se creen inmunes y legitimados para hacer y deshacer (¡coño, si esto no es una dictadura…!) durante cuatro años por unos resultados electorales amañados y cocinados en una fingida democracia donde extrema-derecha y derecha-moderada se turnan con más o menos sonrisas. Es tiempo de derruir el edificio levantado con tacto durante esa idolatrada transición para contentar a los fachas, y construirlo de nuevo, pero bien, y contando con todos. Los antidisturbios (y el ejército, porque estos tontos del culo no tardarán en sacar los tanques a la calle para parar a esa deseable “absoluta mayoría” en nombre de su libertad y la de los bancos y grandes empresarios, libertad de seguir malversando, robando, especulando y engañando) acabarán con claveles en los cañones de sus fusiles y pistolas. No les queda otra…

Si en este patético país somos unos 25 millones de mayores de edad y algunos más si contamos a adolescentes con la cabeza en su sitio, otra cosa son las hormonas (he descartado deliberadamente a unos 10 millones de borregos, políticos y cargos de confianza), y enfrente tenemos a unos 200.000 policías (entre Policía Nacional, Guardia Civil y agentes locales) y otros 130.000 militares… Resumiendo: ni 450.000 armados frente a más de 20 millones de desarmados que sólo piden un ‘reset’. Las cifras hablan por si solas. Esta guerra civil la ganaríamos de calle esta vez los malos… si no se meten los yanquis a “reestablecer” otra timocracia. Aunque aquí como no vengan a quedarse con el jamón serrano, porque petróleo petróleo, poco.

Ojalá todas estas conjeturas de inconformista asqueado escuchando un rato de carnaval que parece retratar parte de mis ideas, se queden en mi cabeza, y ahora en este cuaderno virtual. Y mañana, pasado a más tardar, EspÁña aprenda de Bulgaria, y los tontos del culo en el Gobierno y en la oposición dejen de jodernos y de ambicionar únicamente un escaño, un cargo y un buen sueldo (y sobre-sueldo), y hagan algo por sus dos o tres votantes (el resto de hastiados ya ni vota): dimitan abochornados, disuelvan las cámaras, y que se abra un proceso constituyente sin su intervención que permita avanzar hacia un nuevo marco político-social y económico que quede legitimado por el pueblo soberano. He dicho, por enésima vez.

Post-‘BiCentenario’… caminito del Falla

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Tiempo. La culpa de que desde hace meses no suba nada nuevo por aquí la tiene el tiempo, el no-tiempo. Mantengo el propósito de aparecer por este rinconcito periódicamente. Eso sí, ya a la vuelta de los carnavales y de su concurso, durante el que no es que no tenga tiempo, es que termino debiendo tiempo. Tiempo en números rojos. Otro tiempo, tiempo disfrutado, fue el que dediqué a la editorial del último número de nuestra currada revista ‘BiCentenario’, revista chiquitita pero matona, formato A5, ni asabanada ni concisa, ni patrocinada. Ha sido un proyecto para estar orgullosos. Es verdad, que como el Bicentenario mismo, se ha quedado a medias, ya que no pudimos sacar la publicación en papel… pero escondemos ese fracaso embadurnándolo de dignidad, y listo. Es lo que está de moda, ¿no? Copio esa editorial aquí, por si preferís leerla en texto plano. Nos vemos a la vuelta, si sobrevivimos.

Creer y crear… crear y creer

¿Se acabó? El Bicentenario de la Constitución de 1812, con su punto de partida en el aperitivo avanzadilla que supuso el ‘San Fernando 2010’ rememorando los dos siglos del inicio de las reuniones de las Cortes gaditanas y una meta ya rebasada tras escurrirse en el calendario 2012 (aunque el Ayuntamiento de Cádiz trata de trasladarla, forzada y artificialmente hasta marzo de este 2013), es ya historia. A su vez, un capítulo de la intrahistoria de la Bahía de Cádiz que nos ha empujado a merodear en la biblioteca, antes de ponernos a reflexionar y a desarrollar esta repensada editorial del último número de la revista ‘BiCentenario’.

Puede resultar extraño que para hablar del año Doce, que hace 365 días pregonábamos y ‘vendíamos’ como “nuestro año”, nos hayamos sumergido (otra vez, siempre es un deleite tras horas y horas entre rutinarias notas de prensa) en uno de los libros de lectura obligatoria en los institutos (queremos pensar que lo sigue siendo y lo seguirá siendo, pese a contrarreformas educativas ideológicas y mercantilistas): ‘San Manuel Bueno, mártir’, novela del maestro Miguel de Unamuno. Sin embargo, a estas alturas, al enjuiciar a este “nuestro” Bicentenario, nos sentimos con esa gran paradoja interior, salvando las distancias claro, que sobrellevaba el mismo párroco de Valverde de Lucerna: un cura que no cree pero quiere creer, y ante su ‘público’ (los feligreses) actúa instalado en la fe deseada. Un verdadero dramón.

Sí, es hora de confesarnos… pedimos perdón (un perdón laico) por haber querido creer (y exhibir sin pudor esa convicción con iniciativas como esta misma publicación) en algo en lo que no creíamos: en que esta conmemoración inconcreta del Diez y del Doce iba a suponer el justo y necesario revulsivo para Cádiz y su Bahía. Nunca nos hemos tragado (ni nosotros calladamente, ni muchos otros derrotistas realistas de forma abierta) la trola que los políticos de turno nos llevan despachando desde hace más de diez años alrededor de la importancia, relevancia y trascendencia de esta efemérides redentora, por lo que rogamos perdón al cuadrado, por seguirles el juego, por hacernos eco de sus adornadas peroratas, por contagiarnos de una vana ilusión.

Por ilusionarnos por un proyecto en el que no creíamos pero sobre el que nos autoimpusimos creer. Como quien se aferra a la otra vida, al más allá, mintiendo no sólo a los demás, sino a uno mismo, para no derrumbarlos/se ante la cruda realidad: el sinsentido del punto y final.

En una comarca muy muerta, metafóricamente, como es la Bahía de Cádiz (pese a sus manifiestas potencialidades), asolada además por catetos localismos, por un insoportable paro estructural y creciente pobreza, sobre el papel (que se amortiguan en la práctica por la economía sumergida, los ‘chapú’ y el sostén familiar), un mínimo halo de vida, de esperanza, es sin duda un motivo razonable como para fingir el creer como el que más. Y predicar esa creencia.

Escribe en el ‘Món groc’ el ultraoptimista Albert Espinosa, situado en las antípodas de Unamuno (o quizá no) que “el creer y el crear están tan sólo a una letra de distancia”. Qué sencillo y qué complejo… Creer (sin creer) en este Bicentenario-señuelo de cartón piedra para crearnos un presente- futuro un poco más decente.

Ese ha sido nuestro pecado…, venial y bienintencionado. En esta piedra hemos tropezado nosotros, DIARIO Bahía de Cádiz, y entendemos que la mayoría de medios gaditanos que aún sobreviven (cuya fe en el Doce creemos ingenuamente que no ha perseguido sólo retornos económico-estratégico- políticos).

“A pesar de todo, ha merecido la pena”, leemos en algunos balances recientes en prensa local con sensaciones encontradas (no somos los únicos), aunque tendiendo a la versión más oficialista, y victoriosa, del Gobierno local del PP: “respaldo ciudadano”, “esfuerzo colectivo”, “hemos demostrado que podemos lograr lo que nos propongamos”, “impacto mediático, hemos sido centro de todas las miradas” (¿800 millones de personas?), “ciudad preparada”, “el Ayuntamiento ha tirado del carro”, “Cádiz ha pasado de ser sólo una referencia histórica a ser una referencia de futuro”…, son latiguillos que se cacarean estos días. ¿Nos lo creemos…?

Insistir en que este “éxito” del Bicentenario se construye sobre la rémora que ha supuesto la inoportuna crisis-estafa económica, a la que se agregan: las colegiales luchas partidistas (y dentro de los mismos partidos) y búsqueda de fotos, medallas y personalismos; la indefinición del proyecto desde el inicio (¿celebrar una Constitución?, qué rollo) y su gestión multiplicada y atomizada (además distribuido en dos años y dos ciudades); un logo-marca incomprendido e incomprensible (y nada de mascota ni himnos, nada de marketing, nada de verdadera promoción que traspasará las fronteras del medio rehabilitado Puente Suazo); el hipócrita interés del Estado (del vigente y del anterior, Cádiz no es ni Madrid, ni Barcelona ni Sevilla…); la bochornosa aportación de las grandes marcas y empresas privadas; solemnes discursos repetitivos, con revisiones interesadas de la Historia y alejados de la realidad; ciudadanos de a pie ajenos a la celebración (que acuden a actos festivos y gratuitos por norma, sin atender su trasfondo), cansados de tanta chaqueta y corbata y ‘croqueteo’, de cualquier gasto improductivo (aunque sea mínimo) en estos tiempos de recortes y tijeretazos; la mayoría de infraestructuras prometidas al calor de la conmemoración e iniciativas prometedoras, a medias u olvidadas en las hemerotecas … es evidenciar que este “éxito” se cimenta sobre la creencia, no sobre lo que el año 2012 ha creado. Creer y crear… crear y creer.

Es verdad, hemos vivido meses muy intensos, con actividades institucionales, académicas, políticas, culturales (aunque sin ningún provecho claro…) de primer nivel (el ejemplo obvio es la Cumbre Iberoamericana, a la que dedicamos el presente número de la revista, en la que España y Portugal han pedido socorro a sus excolonias emergentes; ¡las vueltas que da la vida!), que sin la excusa del Diez y del Doce no habrían recalado nunca por este rincón hoy olvidado (salvo como recurso de ocio y vacaciones), que ha intentado con eso denominado ‘La Pepa 2012’ reivindicar su notable papel jugado en la Historia hace dos siglos, regodearse en el glorioso pasado para ganar otro futuro. Se han dado más o menos pasos, todo es relativo, pero en lo que parece que hay consenso entre triunfalistas y escépticos, es que esos andares han sido “dignos”. Es un consuelo.

Sin embargo en la Bahía (y en medio Estado español) no podemos seguir medio zombis (y apaleados), pese a haber ganado unos puntos de dignidad, esperando que surja la próxima oportunidad, otro pretexto para soñar, que a corto y medio plazo no se otea… ¿el Tricentenario? Una vez que este ‘tren’ del 2010 y 2012 ha pasado de largo (con sus éxitos y frustraciones a bordo), tenemos que salir ya al encuentro del siguiente. Nada de sentarse en el cómodo banco de la estación y a gruñir resignados. Hay que creer en que tenemos futuro (creer creyendo), y ese futuro pide a gritos giros radicales.

Dicen que la Constitución de 1812 supuso el fin del Antiguo Régimen, el momento en el que (teóricamente) se pasó de ser súbdito a ciudadano. Tras más de treinta y cuatro años de la actual Constitución de 1978 (que sería útil y práctica en su contexto postfranquista) se muestra ya oxidada y hay que buscar a personas de más de cincuenta años de edad para encontrar a alguien que la haya refrendado; toca ya, no su reforma puntual, sino inventarnos otra Carta Magna, actualizada y sin el concurso de los políticos que gestaron aquella y que ahora se reparten el ‘poder’ periódicamente, que crea en otra sociedad, que cree otra sociedad. Este anhelo es el verdadero legado que, fallidos los más tangibles, debería dejarnos el empacho de Bicentenario. Amén.

La merda se’ns menja

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Asco. Mucho asco. Es lo que siento, es lo que me hace volver a vomitar aquí, tras unos meses conteniéndome, estas letras que me salen tras arcadas ante lo que estamos soportando en las últimas semanas. ‘Intuyo’ –¿o debería autocorregirme y poner ‘creo’…?- que no voy a ser nada original, pero necesito vaciarme, expulsar toda la bilis acumulada y compartirla. No suena nada agradable, lo sé.

Como tampoco es agradable sobrevivir –es lo que nos queda, aunque vamos camino de la fase de malvivir- en un país que no sientes nada tuyo, secuestrado por esos tontos del culo que legitimados por una democracia de mierda hecha a su medida, que tiene muy poco de democracia, excusan sus asfixiantes actuaciones no prometidas –que encima no son suyas, se las dictan desde más arriba, el coco de los mercados, uuuhh- en que son los representantes del pueblo –y una mierda-, pero a ese pueblo se lo pasan por el forro; pueblo al que temen en cuanto deja de ser borrego de los de un lado o los del otro y no dudan en aporrear legítimamente por medio de los mercenarios cuerpos policiales, que para más inri paga ese mismo pueblo; pero sufren los recortes -reformas, según los tontos del culo- como pueblo que son, aunque cuando acarician la porra entre sus manos parecen olvidarlo… siempre cumpliendo órdenes de estos tontos del culo, que son los que mandan cargar o no cargar, que haya sangre con tomate, o no, ojo.

Policía ‘defendiendo’ el pasado 25-S la ‘democracia’ del enemigo: el pueblo

La estrategia es clara: atemorizar a todo el que cuestione este sagrado sistema –y una mierda-, amparado en su intocable Constitución –sí, claro- cocinado en los entresijos de la ejemplar transición tras el franquismo –otra caca-, podrido sistema en el que PP-PSOE se reparten alternativamente el pastel del ‘poder’ –poder ser títeres lacios de esos mercados, sólo cambian algo las formas-; acojonar a base de mucha policía poca diversión, de represión policial –y de detenciones arbitrarias, y ya hasta preventivas, como en esa película que no he visto ni veré, ‘Minority report’- para mantener al desesperado y desesperanzado pueblo en casa –si no le se la ha quitado el banco-, resignado, con el pantalón bajado y el trasero en posición, formando parte de esa “mayoría silenciosa” de la que tanto se enorgullece el tonto del culo mayor de los puros y el wisky en sus viajes oficiales.

Sé que no soy nada original, lo sé. Como sé, tiempo al tiempo, que los dictadores tontos del culo a los que habéis otorgado la mayoría absolutista, a los que habéis votado vosotros –tenéis mucha culpa, es así; ¿yo?, ni he votado y no pienso avalar más con mi papeleta antiPP-PSOE un sistema que repulso y en el que no creo-, esos que confunden sin ruborizarse y con descaro lo institucional con lo partidista, y que, por ejemplo, ya han reemplazado los cargos de subdelegado “del Gobierno” por subdelegado “del PP” –no tenemos que irnos muy lejos, nos pasa en Cádiz con De Torre, que acaba de ser multado por ello, dos cohones-; o el de defensor “del Pueblo”, que suena tan hermoso, por defensora “del PP”, como funciona en la práctica Soledad Becerril, en base a sus intolerables declaraciones…

A lo que iba, en unas semanas-meses “modularán” las manifestaciones –ya han lanzado el globo sonda- con la justificación de que con las calles ardiendo día sí y día también –por algo será, ¿no?– no se puede lograr el objetivo que obsesiona a estos tontos del culo –y me lo creo…-, y que repiten como papagayos: “crecer y crear empleo”. O lo que es lo mismo, a partir de un decreto ley, o algo, restringirán y retrotraerán al añorado blanco y negro muy democráticamente el derecho de reunión y manifestación –ya lo hacen, de hecho-, salvo las justas protestas que defiendan, con mucha laca y polos Ralph Lauren, el fin del aborto libre, la educación segregada y por supuesto privada y la canonización de algún potencial pederasta. ¡Coño!, que como sigamos así, van a tener que pedir el manido ‘rescate’ sólo para pagar las dietas y horas extras de los macrodispositivos policiales. Y si a pesar de ello no se calma la molesta y cansina plebe que piensa por si misma, ni eliminando por “interés general” -de PP-PSOE-bancos- la ya dudosa libertad de prensa –sin periodistas, y cada vez hay más en el paro, no hay periodismo-, ni deteniendo a puñados –y apaleando… y torturando un poco- a peligrosos radicales sentados en el suelo con las manos en alto, con 15 ó 80 años, da igual, e imputándoseles con calzador delitos “contra la nación” -es de risa, mamá…, y que luego tenga que venir un juez “pijo y ácrata” a evidenciar que los tontos del culo son tontos del culo…-, el siguiente paso será replegar a las tropas de Afganistán –ya me contarás qué pintan ahí- y repartirlas por media EspÁña –siendo generosos a la hora de plantarlas por Catalunya, a ver qué se creen estos malcriados con sueños independentistas-. Que un tanque y un bazoca intimidan más que una lechera de antidisturbios y su pitolón de bolas, ¿que no?

Pero todo esto que conjeturo se hará para defender “la democracia”, claro. Una democracia de mierda para un país, ahora mismo, de mierda, con tanto tonto del culo arriba y borregos abajo –los más militantes, esperando favores, como no, un carguito de confianza para el sobrino o una gerencia en una empresa pública para el tito…, o un ministerio para el cuñado sin ocupación conocida, que lleva años peloteando sin rechistar y ya le toca-. Una democracia que pone en entredicho el estigmatizado movimiento ‘Ocupa el Congreso’ -su lema original, nada de eufemísticos ‘Rodea el Congreso’-, que no es más que una secuela lógica ¿más organizada? del movimiento indignado 15-M. Un debate que los tontos del culo, cagados de miedo, no quieren abrir de tú a tú porque salen perdiendo. Y por ello en estas semanas se habla de todo lo accesorio, para tapar y esconder lo esencial: que ¡¡estamos hartos!! y que queremos reinventar, desde abajo, desde el pueblo y por el pueblo –pensando en él y no en los bancos-mercados, que se cagan todos los días en nosotros-, este sistema de mierda heredado del franquismo-transición, para sentirlo como propio, sentirnos cómodos y libres de verdad, sentirnos, todos, dueños de nuestro destino. Sentir que la mierda es nuestra mierda. Y si para alcanzar esta meta –utópica, es la triste realidad, que no nos debe paralizar- hay que traspasar la tediosa legalidad y secundar un golpe de Estado pacífico –ya ves, las armas las tienen ellos, que ojalá algún día dejen de ser autómatas robocops y se conviertan en nosotros, no me canso de desearlo-, bienvenido sea. Es lo que siento, y de Tejero tengo poco. O la revolución, o la emigración…, y que se queden aquí los tontos del culo y acólitos regodeándose en su estiércol democrático que tanto adulan. Puaj…

Como repite el estribillo del tema de Els Amics de les Arts que escucho una y otra vez mientras me desahogo soltando estas parrafadas, desde dentro: I és que aquí / la merda se’ns menja. / I és que aquí / ja no s’hi pot estar.

¡Qué cuadro!

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Desayunaba algo esta mañana ante la tele. Pillé ya en sus últimos minutos, en La 2, un documental sobre la Historia de EspÁña, centrado en el trienio liberal, unos años después de la Constitución de 1812 y todo lo que pomposamente se supone que celebramos, sin un duro, este 2012, que poco a poco se va sin ser ni la sombra de ese revulsivo que iba a ser para Cádiz. La voz en off, del reportaje, cerró apoyándose en un cuadro de Goya, que recordé vagamente de aquellas clases de Historia del Arte en el instituto. Pero entonces no lo miré con los ojos de hoy.

¡Coño!, es verdad, es una de las metáforas más acertadas que nunca se ha podido plasmar de este asfixiado y asfixiante país, que ahora se mantiene distraído y anestesiado con eso de las medallitas olímpicas, como si los metales al cuello de dos o tres enchandalados fueran a solucionar algo este ruinaso al que nos está abocando tanto tonto del culo con corbata (y asesor pagado por todos).

Vuelvo a la pintura, que será de 1820, más o menos: ‘Duelo a garrotazos’ parece que le llaman los entendidos. Abajo la pego (obtenida de la Wikipedia, no sé si he hecho bien o mal). El tópico de las dos Españas, a ostias; la izquierda y la derecha, los vendidos al PSOE y los del PP, los fanáticos del Barça y los del Madrid, los que se ponen patosos a base de ron y los del güisqui… Sí, es una interpretación muy simplista, lo admito; como también entiendo que hay (la hay, ¿no?) una tercera EspÁña, cada vez más amplia, numerosa y crítica, que siente vergüenza ajena ante el resto del mundo mundial por esos dos tercios de borregos, de un lado y de otro, que con sus peleítas de patio de colegio (si al menos lucharán como en el cuadro del aragonés…), ayer y hoy, mantienen a este país en el fango, como los protagonistas semienterrados de la obra de arte de Goya.

Él huyó de este lodazal patrio hace casi dos siglos, ante la restauración de la monarquía absoluta de Fernando VII. Ahora que seguimos inmersos en otro absolutismo disfrazado, a los de esa tercera EspÁña les arengo: o comenzamos a dar bocaos a tanto tonto del culo al este y al oeste, o vamos haciendo la maleta… por supuesto metiendo dentro, junto al cepillo de dientes y unos mudas, este cuadrazo, los grabados sobre los desastres de la guerra y al enigmático perro semihundido.

Riña a garrotazos

“Miedo a la democracia”

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He tratado de digerir, dejando pasar unas horas, un email en el que se me daba a conocer una noticia muy muy triste, intelectualmente hablando: cómo un escritor ‘mata’ al personaje ficticio creado por él mismo como recurso literario, antes de que vea la luz en papel (en soporte tradicional) por “miedo a la democracia”: “mucho más que del franquismo, contra el que luché desde la clandestinidad pero al menos sabías por dónde venían los golpes: de frente y con valentía, no por detrás, aprovechándose el personal de leyes que otorgan privilegios especiales”. Son sus palabras literales (que espero que no le importe que revele) trasladadas a la editorial (que por otro lado, lleva casi dos años sin decidirse a dar el pasito definitivo, no se sabe muy bien el porqué) con copia a mi correo electrónico.

Les confieso mi réplica personal a los asuntos privados, internos y respetables que nos expone: “con sinceridad: me apena mucho tu decisión, ya que en estos tiempos grises que nos están haciendo sufrir y padecer, hacen falta muchas voces como las del Pitufo para despertar las conciencias aborregadas en este mundo, que como bien señalaba uno de los capítulos del libro ‘no nacido’ (en papel), ‘se ha acarajotado (no digo amariconado porque como todo se ha acarajotado no me dejan decirlo)’”.

Me quedo con la satisfacción (también se lo apunto) de que los lectores de DIARIO Bahía de Cádiz tuviéramos el gran honor y privilegio de descubrir por capítulos este pre-libro en soporte digital (que palpando el panorama, pocos se hubieran atrevido a publicar) hace unos años. Una bofetada de realidad cada semana, de verdades que duelen a quienes se van acomodando/acostumbrando a los ‘refrescos light’.

Y me quedo con la esperanza de que algún día, ojalá más pronto que tarde, hagamos algo para acabar con tanto acarajotamiento que nos ha llevado a donde nos ha llevado (por ejemplo, a que un libro no termine de publicarse por dudar de eso que llaman libertad de expresión); y que esos historiadores del futuro a los que aludía este proyecto editorial frustrado, puedan conocer en el futuro (si es que hay futuro) lo que no se contará en los manuales de Historia (si es que se sigue estudiando la Historia, algo tan poco productivo eso de mirar atrás…).

Respeto y asumo la decisión de mi estimado Ramón. Pero quiero pensar que (como le confieso en mi humilde respuesta) “el Pitufo no está muerto, que se va de parranda, un tiempo…”.

Y toda esta parrafada medio-melancólica de velatorio la suelto porque Ramón me confió el prologar el libro (en su edición en papel), a mí. Todo un reto, lo aseguro, introducir (desde mi inexperiencia de prologar nada de nada) un ensayo como este, por la admiración doble, a la obra y a su moldeador. Un prólogo que quiero dejar aquí a modo de particular epitafio, como homenaje al difunto, que sé que no está muerto. Que lo sé…

Cuando nosotros somos yo y yo

Esta confidencia introductoria es bastante inusual, lo sé. Pero este libro también lo es. Casi por norma suele ser el maestro el que prologa con sabios y ponderados epítetos, con más o menos fines comerciales, el trabajo de su alumno. Aquí es al revés. E incluso el recorrido natural –hasta hace poco- de estos textos pasa habitualmente por una única vida en papel; aunque si son dignos de algún escáner, de un internauta ¿pirata? ávido de compartir lo que sea obviando cualquier mínimo derecho de autor, y de google, terminan teniendo otra vida paralela en lo digital. Aquí también es al revés.

En esencia, darle la vuelta a todo sin perífrasis ni pelos en la lengua, agitar conciencias y mentes domesticadas por esta sociedad cada minuto más falsa, mojigata y puritana que sufrimos, es el sino que entresaco de esta obra –completada y refrescada para esta nueva vida- que me honro con toda humildad en pregonar, ahora en formato, digámosle, analógico, tras estrenarse por entregas durante semanas en las páginas virtuales de DIARIO Bahía de Cádiz – www.diariobahiadecadiz.com -, aventura comunicativa que desde verano de 2004 navega por las turbulentas ‘aguas’ gaditanas monopolizadas por un par de corsarios, y que piloto cometiendo muchos errores, seguro, y contados aciertos. Uno de ellos, sin duda, es haber invitado a subirse a esta barca, a sumarse a la nómina de generosos ‘opinadores’, a Ramón Reig: un maestro –más allá de la acepción jerezana, claro-, uno de mis Maestros, con mayúsculas.

Recuerdo mi experiencia/supervivencia vital sevillana allá por el curso 2002/2003, cuando la invasión de Irak, post-año imborrable de lucha contra la LOU –que entre otras cosas, me descubrió tras la humareda la película ‘Hair’-, en la antigua facultad de Comunicación de Gonzalo Bilbao –anclada aún en el siglo anterior-, aquellas primeras clases de Estructura de la Información de un curtido periodista y profesor, Ramón, que se apoyaba en ‘El club de los poetas muertos’ de Peter Weir, con Robin Williams en el papel de educador poco heterodoxo subido a los pupitres, incitando al carpe diem, para ahondar en la figura del herético –al estilo de Darwin o Freud-, elemento contracorriente en una estructura, que inmediatamente reacciona y se defiende contra esa perturbación.

Anotada la apostilla medio nostálgica –“cualquier tiempo pasado/ fue mejor”, observó Jorge Manrique en el siglo XV- sobra decir que el pitufo gruñón, Peter Mancorrow –que es el nombre ¿real? del protagonista de este ensayo- clava este rol de herético, personalidad necesaria hoy día –y ayer, y mañana-, acallada, como es lógico, por esta sociedad mediatizada y mercantilizada a la que le interesa vender y vender, y que nada cambie, y si lo hace, que sea “para que todo siga igual”, en el fondo. Y dentro de esta podrida sociedad, entre sus principales valedores están los grandes y medianos grupos de comunicación, insertos de lleno en este orden socioeconómico. Por ello es más que loable que Absalon, una editorial de Cádiz con vocación nacional, haya aceptado nuestro desafío de revivir al pitufo, pese a sus salidas de tono escandalizadoras en este teatro de pitiminí en que se desenvuelve ya medio mundo careta; haya apostado por resucitarlo en papel. Aunque no estaba muerto, ni de parranda –creo-, esta obra, y sobre todos sus mensajes, se merecían otra vida más pausada en el formato tradicional, llegar al lector que ya conoce la ‘historia’, y al de más allá de la Bahía de Cádiz –que es el público objetivo, en principio, del periódico que la vio parir, poco a poco-.

El mismo Ramón –Ramón, no Peter, o sí…-, tomando la palabra en el epílogo del libro, advierte –cargado de escepticismo- a la editorial que se decidiera a lanzar la obra –la “bilis” del pitufo- más allá del mundo cibernético que “en el fondo no deben preocuparse por las consecuencias… Si observan bien, por la forma en que lo expresa todo, el continente mata al contenido, la gente reaccionará contra él (Peter, el pitufo) de inmediato debido sólo al continente. Y luego al contenido. Ambos supondrán una justificación para que el ciudadano siga como está. Fíjense bien, este libro no es subversivo en realidad, es sólo una muestra de cabezonería y vanidad, como el mismo autor reconoce. Ni siquiera va contra el orden establecido, sólo lo parece”.

Contenido y continente a parte –ese plato fuerte se sirve en cuanto le ponga punto y final a este prólogo-croqueta congelada de entrante-, necesito compartir mi modesta especulación, mía, quizá influenciada por mi etapa filológica, sobre el interior, el esqueleto de este singular ensayo que se deja leer, incluso devorar: la pugna entre los yos, entre uno mismo y uno mismo –entre el yo, y el yo (¿la conciencia?) que siempre va con uno, aunque uno no sepa muy bien adónde va, que nunca te deja por muy solo que estés, que sabe todo lo que tú sabes, aunque lo silencies, aunque ni te lo plantees… sí, usted también habla consigo, no se haga el sorprendido-, diálogo/monólogo interior que me evoca en el acto a Antonio Machado y sus versos “converso con el hombre que siempre va conmigo/ -quien habla solo espera hablar a Dios un día-;/ mi soliloquio es plática con ese buen amigo/ que me enseñó el secreto de la filantropía”.

En ‘El pitufo gruñón’ Peter Mancorrow y Ramón Reig son dos en uno, o uno en dos… la ambigüedad siempre presente. “Hay un idiota que llevo pegado a la cabeza (apunta el primero). Miren, miren cómo firma lo que yo le digo, es el precio que le pago por su oficio de copista aunque a veces –lo digo con franqueza- no sé dónde empiezan sus ideas y acaban las mías, somos como dos cerebros siameses pero, eso sí, el tiene menos cojones que yo, desde luego”. Más adelante, casi como auto-réplica, el segundo deja caer que “la (integridad) psíquica la tengo deshecha si se tiene en cuenta que soy amigo de este individuo. Siento como una forma de atracción fatal y sectaria hacia su persona… a ver si me ayudan a librarme de él, por favor”.

El capítulo del cual tomo esta última cita me trae a la memoria, a la mía, además, otro de los episodios magistrales de la literatura, ahora en prosa: el diálogo/monólogo entre Miguel de Unamuno y Augusto Pérez en ‘Niebla’; conversación delirante y apoteósica entre el autor de esta nivola y el personaje inventado por él mismo, ente de ficción que se rebela contra su creador, haciéndole dudar incluso de su propia existencia:

“—Yo necesito discutir, sin discusión no vivo y sin contradicción, y cuando no hay fuera de mí quien me discuta y contradiga invento dentro de mí quien lo haga. Mis monólogos son diálogos (afirma Unamuno)
—Y acaso los diálogos que usted forje no sean más que monólogos… (responde Augusto)
—Puede ser. Pero te digo y repito que tú no existes fuera de mí…
—Y yo vuelvo a insinuarle a usted la idea de que es usted el que no existe fuera de mí y de los demás personajes a quienes usted cree haber inventado…”.

Ignoro si mi maestro, también Maestro, Ramón Reig, a la hora de cocinar este libro, tuvo en algún momento presente entre los ingredientes esta referencia literaria de otro Maestro, el gran Unamuno. O quizá soy yo –y yo también- el único que, como discreto discípulo de ambos, quiere ver alguna conexión entre dos obras ‘maestras’ –como todo periodista, soy subjetivo…- que –salvando las distancias temporales, de forma y contenido-, requieren una masticada lectura y una introspección, o la indigestión es probable. Como remedio, encienda la tele-Almax y listo, se le pasará en unos minutos.

Hace tiempo –entre redundantes ruedas de prensa y comunicados analfabetos que se basan en el “y tú más…”-, escribí –los periodistas también escribimos a veces, no sólo copiamos y pegamos- que, paradójicamente, “encuentro ratitos de felicidad leyendo textos en los que me topo con cosas que hubiera querido suscribir, textos que me enseñan cómo decir, textos que en cierta manera hacen a uno cuestionarse para qué escribe, si otros lo hace ya muy bien…”. No tengo casi nada más que añadir.

El pasado mes de mayo del año Diez, durante el Congreso Mundial de Periodismo ‘La Pepa 2012’ programado entre San Fernando y Cádiz, pude volver a departir cara a cara en uno de los ‘croqueteos’ dispuestos por la Asociación de la Prensa gaditana para la ocasión con Ramón, tras años de intercambio de correos electrónicos, prácticamente desde que en 2003 me impusiera la beca en el rutinario acto de graduación, con el que zanjé mis dos años de carrera de Periodismo. Para qué más. Entre cervezas sin, cervezas con, y alguna lonchita de jamón, me retó a buscarle salida editorial a ‘El pitufo gruñón’. Sospecho que ahora me odiará a mí también –ya verá, lo odia todo todo-, por meterme en medio de Peter y Ramón, e insistir para que este cuasi tratado nada soporífero esté en la calle. Pasando frío. Con lo calentito que es eso del internet…

Póngase en mi pellejo: cómo se puede sentir un alumno al que su maestro llama ‘jefe’ y encima le propone hacer de –novato- prologuista; un ¿jefe? que no para de aprender de su Maestro como su alumno que sigue y seguirá siendo.

En la Bahía, 17 de octubre de 2010

Lo dice un estudio hecho por ahí…

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Eso. Lo dice un estudio hecho por ahí… este país “de charanga y pandereta”, de banderita heredada del franquismo, comprada a comerciantes foráneos en sus ‘veinte duros’, colgada en balcones como exhibición de un ridículo patriotismo (futbolero) hasta que venga una buena racha de levante, se torna cada semana en algo más mustio, más irrespirable. Y me siento mal, con ganas de vomitar rabia e indignación, muy asqueado, más asqueado que ayer, menos que mañana. No porque me duela esta EspÁña, por favor… Me avergüenza sobrevivir entre tanto tonto del culo. Y encima alguno viola palabros como “sacrificio, esfuerzo y determinación”, gratuitamente.

Tanto tonto del culo: en un extremo, unos nueve millones, a ojo, una secta repeinada en la que se van muriendo nostálgicos del ayer por un lado y entrando lechones bien domesticados en colegios de pago y crucifijo por otro, con su pulserita rojigualda en la muñeca, que propiciaron que su batallón de tontos del culo alcanzara un peligroso ‘poder’ absolutista; frente a otros tantos tontos y tontas del culo, más para allá (otra secta, que sí), que embutidos y embutidas en un progrerío lingüístico hilarante, y su jiji y jaja, hartos de ellos y ellas mismos y mismas (y sus peroratas multiplicadas por dos), optaron por autoflagelarse, huyeron como ratas cobardes de sus propias pamplinas y dejaron libre ese sillón del ‘poder’ de tontos del culo para el culo de los rancios tontos del culo. Y llegó el sesientencoño.

Ninguna sorpresa. Se sabía (sí, se sabía, no nos hagamos los tontos del culo) desde el kilómetro cero del presente régimen semidictatorial de estos tontos del culo legitimado por una falsa democracia (una farsa que, curiosamente, pone de acuerdo a los tontos del culo de uno y otro barrio, que defienden como si les fuera la vida en ello… les va la vida en ello, la de cientos de miles de tontos del culo que viven, y muy bien, de este cuento… no son listos) que iban a hacer las crueles tonterías que están haciendo: mentira tras mentira entre juegos de palabras y eufemismos, mofas, chulerías, aplausos extemporáneos y sutiles alaridos de bajunerío (“que se jodan”), y responsablemente a echar la culpa a los tontos del culo de enfrente de sus insoportables e inhumanas tonterías (que nos invitan irremediablemente al suicidio colectivo); que, no lo dudo, se las imponen otros miserables especuladores avaros tontos del culo de más arriba, que los tontos del culo de acá abajo, al fin y al cabo, son meros monigotes lacios que se creen que hundiendo la radiotelevisión pagada por todos en su momento más digno van a desinformar un poco más sobre lo que no dicen que no hacen: el tonto del culo… a ver si ahora se van a molestar los tontos del culo por tratarlos como políticos profesionales…

Y entre tanta tontería, la cadena Ser me quita de la madrugada el ‘Si amanece nos vamos’ de Roberto Sánchez. Dime tú, que sé que no eres tonto del culo, si no es el momento de un golpe de estado civil. Y no soy el único que lo siento, que lo pienso, que lo deseo, sin rubor.

Dejémonos de tanto cachivache (que enriquece un poco más a esos tontos del culo de la azotea) y tanto twitter modenno para mostrar ese cabreo, burgués y virtual, anestesiado entre arrobas, ingeniosos 140 caracteres y baterías que se acaban, y ¿dónde hay un enchufe? (más dinero para las eléctricas…). Y salir a la calle en masa se está demostrando que vale de poco, que estos tontos del culo están cegatos, no te ven, pero te mandan catorce lecheras con antidisturbios a dar palos indiscriminadamente. No se dan cuenta estos autómatas cumplidores de órdenes que esos palos, esos bolazos, se los están dando a si mismo, que ellos también están siendo neoesclavizados, como todos, salvo los tontos del culo vasallos y los tontos del culo señores, que, ajenos al mundo real, al que le duele los pellizcos, seguirán haciendo tonterías, dolorosas tonterías que no nos hacen ni puta gracia. Ya no.

O comenzamos a organizarnos desde abajo (y los cuerpos policiales deben dejar las armas y tanto casco y parapeto y dar la cara, ponerse de nuestra parte, que también es la suya, y menos salvarle el culo a tanto tonto), y terminamos con “lo erróneamente construido”, o me temo que nada de nada. Y el que no nada, se ahoga. O mejor dicho, lo ahogan. Lo dice un estudio hecho por ahí…

«¿De veritat em moro?»

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Si no me equivoco, Antena 3, la televisión de Planeta, va a programar durante este verano y en prime time, la serie ‘Polseres vermelles’, exitoso producto de la TV3 (la envidiable televisión autonómica de Catalunya) creada por Albert Espinosa y dirigida por Pau Freixas. La emitirán doblada al español sospecho (odio los doblajes, y sobre todo del catalán al español, queda tan tan ortopédico…) pero pese a ello, la recomiendo mucho mucho.

Y parto de la base de que soy alérgico a los hospitales y a las batas blanca en general, en la vida real. Por lo que huyo igualmente de las ficciones ambientadas entre médicos promíscuos y enfermos quejosos. Así, con ‘Polseres vermelles’ me debería comer mis palabras con patatas, ya que desde el primer capítulo hasta el último no salimos de residencia. Sin embargo, lo entiendo como un mero escenario, veo a los doctores muy secundarios y a las enfermedades como circunstancias de la trama, no su eje central. Por lo que si prescindimos de todo ello, nos quedamos con la relación de amistad (o lo que sea) que entablan varios chavales muy diferentes casi por necesidad en un entorno indeseable. No es una serie de hospitales, aunque esté ambientada entre sus paredes, ni una serie insulsa de adolescentes preocupados por el acne, aunque la historia gire entorno a un grupo de chicos. Sí, es una drama, pero no lo es (de hecho el lema de la serie es «intensament vius«, «intensamente vivos», y eso que algunos de estos niños conviven con la incertidumbre del cáncer).

Un drama vitalista donde ríes y lloras (y obviando ciertas secuencias extremadamente azucaradas y hechos inverosímiles), dominado por diálogos enormes (sobre todo en contenido, ahí están las charlas con el señor Benito), una realización muy interesante (nada de aburridos planos, contraplanos, planos generales), una banda sonora encajada a la perfección (qué gran descubrimiento la música catalana), y una interpretación más que decente y creíble de niños-adolescentes que hacen de niños-adolescentes (Marc Balaguer, Mikel Iglesias y, sobre todo, Álex Monner, se salen). Qué más puedo anotar, que no suene muy baboso…

… que en el capítulo en el que no te crees que va a pasar lo que pasa, entiendes que no es una serie cualquiera, y te indignas casi como los personajes de dentro de la tele. Y eso habla mucho de la empatía que generan. Por ello mismo, en una de las escenas finales, con el Lleó (el líder) recorriéndose medio hospital en silla de ruedas entre la rabia y la impotencia, intercalado con breves flashback de todo lo vivido y sonando el «boig, el món és boig, però és nostre i és el millor d’entre els possibles» de Lax’n’Busto de fondo (que quiere decir algo así como «loco, el mundo está loco, pero es nuestro y es el mejor de entre los posibles»), se te encharcan los ojos por mucho que lo disimules…

Por otro lado, creo que un libro, un artículo, una peli, una comparsa… es cuasi perfecto cuando es, llamémosle, ‘circular’, cuando en el deselance volvemos al principio. Esta serie arranca en el primer episodio con un plano en el que la cámara nos ingresa en ese hospital y de ahí ya no saldrá hasta el minuto cuarenta y pico del último capítulo, cuando, como parte de los protagonistas, se nos da el alta. Un alta agridulce.

Albert Espinosa, el ideólogo de esta serie televisiva (este verano empieza a rodarse una segunda temporada ajena a tanto hospital, según he leído, y la primera se está emitiendo en diversos países, y presumen de que el mismo Steven Spielberg ha comprado los derechos para hacer un remake en yankilandia, o sea una caca…) es todo un personaje al que llegué por casualidad (o causalidad, no sé muy bien). Vi la película-videoclip ‘Tu vida en 65», con un remate incuestionable al ritmo de una lavadora («¿alguna vez os habeis sentido tan felices?, tan tan felices… que ya no vale la pena vivir más»). Soy de curiosear los créditos finales, anoté el nombre del guionista, busqué y busqué y desde entonces no puedo parar de impregnarme de todo lo que hace este cojo de aspecto desaliñado, obsesionado con el color amarillo y con una visión del mundo tan ilusa como apetecible. De hecho, su libro superventas ‘El món groc’, ‘El mundo amarillo’, es el pilar sobre el que se sustenta estas ‘Polseres vermelles’.

Así que si te atreves con la serie (si pasas de Antena 3 y su tortura de anuncios, puedes paladear los trece capítulos a tu ritmo en la web de TV3 en V.O.), acabarás devorando el libro, o viceversa. Ah, y no me llevo comisión de naide… pero cuando algo es aprovechable, y con fundamento, me gusta compartirlo…. ¡Polseres amunt!